Estoy acostada en una cama, suficientemente amplia para uno, demasiado pequeña para dos (me pregunto por qué le llaman matrimonial.. a menos que sea un matrimonio de flacos o enanos); tapada hasta la barbilla con sábanas de franela blancas con cuadritos verdes y mi recién mercada cobija color frambuesa peluchesca (parece que despellejé a Elmo, el muppet emo). Por la cortina mal cerrada alcanzo a ver la segunda "X" del letrero brillante del OXXO de la esquina. Se oyen los taxis-tsurus (comunes en esta ciudad pero no en la mía), con sus mofles estruendosos, y un ocasional enfrenón repentino de uno que otro incauto apresurado que repara en el tope un segundo antes de joderle la suspensión a su coche.
Trato de respirar por la nariz pero los malditos mocos que decidieron instalarse en mi nariz hace unos días me lo impiden. Mi percepción de los sonidos se opaca como si oyera a través de una pared de agua, también a causa de los mocos. No soporto respirar por la boca, pero tengo que hacerlo si no quiero ahogare. Por si el ahogarse no fuera suficiente, un pedazo de algodón atrapa mi endometrio prófugo e inservible.
Pienso en las cosas que pasaron: Estados Unidos elige a su primer presidente negro, se muere el Secretario de Gobernación en condiciones sospechosas (y entran ahí los teóricos conspiracionistas que intentan controlar las mentes de la población), me quemé el dedo índice con el almíbar de los tejocotes que pretendía hacer, no me puse rímel ni crema en la cara, dije cosas que tal vez debieron haberse quedado dando vueltas en mi cabeza.
Y entonces me di cuenta que hay ahí una palabra escondida en todo eso: cambio. Cambio de color presidencial, cambio súbito de vida a muerte, cambio de temperatura, cambio de piel, cambio de look, cambio de...
Y aunque todavía no termina el año, ya podría asegurar que el 2008 ha sido un año de cambios. Hay pocas cosas que en mi vida no han cambiado. ¿Y si cambiara alguna de ellas? No sólo por cambiar, sino por que no estoy segura de que esto que no cambia lo esté manteniendo sin cambios por que así esté bien o por que me da pánico pensar en que pueda cambiar. Me doy cuenta que tengo muchas cosas qué pensar. Y también me da miedo.
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Mendigas entre las telarañas de tus tripas un poco de tranquilidad.
Te enredas con las sábanas, como una metáfora siniestra de lo que pasa por tu mente.
Miras tus manos ahora olorosas a jabón de lavanda como si tuvieran vida propia.
Cierras los ojos y se aparecen fotografías obscuras y borrosas de tus actos pasados.
El estómago se te voltea y juega escondidillas atrás de tus riñones.
Tus piernas se sofocan la una a la otra en un vals macabro.
La boca te sabe amarga, como cuando muerdes una semilla de papaya.
Te suda la frente y los pies, las axilas y la nuca.
Sientes un cosquilleo en los brazos, no puedes pensar en otra cosa.
Tienes ganas de gritarlo a los cuatro vientos, que todo mundo lo sepa.
Pero sabes que no te conviene, no debes aceptar esas desviaciones.
Después de horas pesadas, logras conciliar el sueño.
Y ni ahí, en el sueño, te libras de ese fantasma.