9.23.2008

Los blancos también asaltan

De niña quería ser negra. Con la piel brillosita y apretada, el pelo chino chino, (no como el mío, pensaba, que es chino pero no chino chino) cantar blues y gospel, tocar jazz. Yo sentía que los negros eran más felices, más alegres. Que a pesar de que habían sido esclavos, siempre tenían una sonrisa en la cara, con los dientes blancos blancos.

Cuando estaba en la secundaria, empecé a seguirle la carrera a una modelo, Alek Wek, que me parece era nigeriana. ¡Qué bonito cuerpo! ¡qué bonita cara! Podía ella ponerse lo que fuera y le quedaba bien. Estaba completamente rapada y aún así era hermosa. Ni siquiera necesitaba maquillaje como las güeras. Siempre decía (y hasta la fecha lo hago): “siempre se va a ver más buena una negra buena que una blanca buena”.
Después pensé que era obvio que no había manera de volverme negra, así que decidí que quería tener hijos negros por que se me hacían más bonitos, y que me iba a casar con un negro que supiera tocar el piano y bailar salsa.

A mi abuela eso le parecía aberrante, y cuando se lo dije, no sólo me dijo “no digas tonterías, ¿qué no ves que no somos iguales?”, sino que casi me deshereda (no hubiera hecho mucha diferencia, me heredó un juego de tazas de porcelana que se me hacían horrorosas y que luego vendí). Mi abuela era racista de esas que parecen haber nacido en medio de la guerra de castas. Era de piel muy clara, fina, venía de una familia de provincia de esas que tenían haciendas y negocios (de los cuales no queda ya nada), pero que estaban influenciadas por las ideas de las clases sociales y los colores de piel, cuestión que acabó derivando en cuatro tías solteras que vivían en una casota y algunos jóvenes nacidos con deformidades y retraso por haber sido hijos de primos.

Recuerdo un viaje a Nueva York, mi abuela estaba aterrada de subirse al metro por que sentía que cada negro, hombre, mujer, viejo o niño, iba a asaltarla. Decía que se sentía por el olor. Yo me reí, incrédula. Sólo le dije en tono condescendiente: “los blancos también asaltan".

9.22.2008

De uno en UNO.

Llegué un poco temprano a la estación de camiones. Había tráfico, pero no tanto como yo pensaba. La sala de espera está casi vacía, sólo unas cuantas personas con maletas pequeñas, un chavo con una pierna rota y un sobre de radiografías del Hospital Ángeles. No he documentado mi maleta todavía, es temprano y odio que la pongan hasta atrás, mejor espero a que se acerque la hora.

Debería comprar algo de comer, siempre me da mucha hambre durante el viaje, pero también odio la gente que en el minuto en el que se sube al camión saca una guajolota de una bolsita de papel de estraza y una Pecsi (que por supuesto hace un escándalo al abrir) y apesta todo el camino a tamal de mole. También, siempre hay alguien que, estando todavía estacionado el camión, tiene a bien inaugurar el sanitario. ¿Por qué? ¡Hay uno en la sala de espera! Esos baños están ahí por que el camión no hace paradas a lo largo del camino, y es difícil imaginar que 25 personas puedan contener sus necesidades fisiológicas por 5 horas seguidas.

Hay una película de Steven Seagal en las pantallas.. Sólo oigo balazos y explosiones, y un falsísimo oh no, estamos en peligro, que seguramente es traducción de shit man, we’re fucked.

Ya estoy trepada en el camión, en el primer asiento del lado izquierdo. O sea, veré el muro de contención todo el camino. Junto a mí hay un asiento vacío y pegado a la otra ventana un señor que llegó tarde y casi tira un café con crema en la escalerita.

Atrás de mí hay un negro que habla un idioma que no comprendo, tengo puestos los audífonos. ¡El señor que está en mi fila está cantando! También trae reproductor .. entre una canción y otra escuché “llluuu fiilll miiiii –silencio- ai guantchu tu tosh meeeiiii” no pude evitar reírme.

Ya estamos un poco más allá de las casas grises y vulcanizadoras y anuncios de sonidos. Empiezan ahora las unidades interminables de “interés social” que me parecen criminales y antihumanas, pero eso es harina de otro costal, fábricas y bodegas, (remate de salas), camiones de doble semiremolque, deshuesaderos la ocasional tienda sindical de CAPUFE.

Me encanta ver los anuncios de las bandas que van a los pueblos: La Arrolladora el 18 de octubre en Ixtapaluca, Por fin logré acomodarme y dormir un rato.

Empiezo a ver interminables campos de tunas. Millones y millones de nopales llenos de tunas verdes. A la orilla de la carretera se ponen las camionetas (chocolatas, por supuesto) que ofrecen un huacal de tunas por veinte pesos. También maíz. Mucho maíz. Y tunas, más tunas. Acabamos de pasar la desviación a Perote y empezó a llover. Me encanta ver cómo cambia el paisaje a medida que subes y bajas la sierra, planos, montañas, hay partes donde no se ve ni una sola vaca, otras, donde hay puntos blancos y negros que salpican el campo. Hay una parte que me encanta, la carretera curvea un terreno por donde pasa la vía del tren, hay una casita a medio construir y siempre hay vacas. Me recuerda los cuentos de Andersen, aunque en Región 4.

Dormí un poco más y me despertó el tráfico de la ciudad. La gente dentro del camión empieza a tomar sus celulares para avisarles a sus familiares. Me pregunto si alguien vendrá a recogerme. Si no, tomaré un taxi.

Con la Novedad..

Ajá. Decidí borrar todo el antiguo blog y hacer uno nuevo. No me gustaban las entradas del anterior, y, además, era un poco demasiado self-absorbed. 

Empiezo de nuevo entonces...